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Luego vinieron los soldados que habían salido a pelear contra los asirios, y terminaron de llevarse lo que los asirios habían dejado abandonado. Hasta la gente que vivía en la región montañosa y en la llanura se quedó con algo.

Joaquín, que era el jefe de los sacerdotes, fue a Betulia para conocer los detalles de lo que Dios había hecho a favor de Israel. Los jefes de Israel que vivían en Jerusalén lo acompañaron. Cuando vieron a Judit, la felicitaron con estas palabras:

«¡Tú eres el gran tesoro de Jerusalén!
¡Eres lo más valioso de Israel!
¡Eres el orgullo de tu pueblo!

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